sábado, 19 de julio de 2014

El vencejo que no sabía volar


Hace unos días, mientras comíamos, estuve preguntando a mi padre y a mi hermano –bastante más expertos que yo en cuestiones de pájaros y aves- acerca de cómo distinguir, en pleno vuelo, a una golondrina de un vencejo. Me explicaron, además de cómo distinguirlos, que los vencejos se pasan la mayor parte de su vida volando y que, si por cualquier circunstancia caen al suelo, es muy difícil que puedan remontar el vuelo, puesto que sus patas son cortas y débiles. Su potencia está en las alas. Son beneficiosos para el campo porque se alimentan de insectos y no de frutos y semillas… 


Ayer, pasadas ya las 9 de la tarde, me llamó mi hermano para que viera de cerca un vencejo que se había encontrado detrás del portón de nuestra casa, huyendo de un gato. Bajé, con la cámara en la mano, aunque ya había poca luz; casualmente había colocado el día anterior un objetivo, angular fijo de 24 mm bastante luminoso y, aunque las fotos son de poca calidad, no se ven mal. Impensable utilizar flash tratándose de un animalito y, además, asustado.


Lo tenía en su mano y, antes de que se fuera la luz del día, (estábamos en un patio interior), intenté hacerle algunas fotos. Era difícil conseguir una buena toma porque el pajarillo no dejaba de moverse y yo tenía que trabajar a velocidad baja, apertura casi máxima e ISO muy alto. Mi hermano se fue, puso al vencejo en el suelo y yo dejé las fotos y me dispuse a ver qué podía hacer por él.


Se arrastró, literalmente, con las alas, hasta esconderse detrás de unas macetas. Estaba completamente asustado y, creo, que medio deshidratado. En ese momento recordé que me había llamado la atención una algarabía de aleteos y trinos de pájaros en torno a la ventana de mi baño la mañana anterior y que por la tarde estaba todo en silencio y até cabos. Es probable que ese vencejo llevara en el suelo  más de 24 horas.


Lo coloqué en una silla, pero cada vez que intentaba tocarlo se arrastraba al extremo contrario. Se me ocurrió ponerle agua en el tapón de una botella y acercárselo al pico. Retrocedía. Después de mucho insistir, al notar la humedad, se lanzó al tapón con agua y ahí ya bebió (lo que puede beber un pájaro) hasta que se hartó. Después ya me dejaba tocarle y hasta se dormía…


A todo esto, cenaron todos en casa y yo con el vencejo en el patio. Se decidió, con mi voto en contra, dejarlo a pasar la noche en la silla. Yo quería que lo subieran al tejado, pero acordaron que era mejor hacerlo cuando fuera de día. Me dormí pensando en él, solito en el patio y me desperté con los pasos de mi hermano en el piso de arriba. “Ya lo va a subir al tejado”, pensé. “Ahora, desde el tejado, podrá volar”.


Equivocación. Se ve que el vencejo aún no sabía volar. Dos o tres horas después de haberlo dejado en el alféizar de una ventana muy próxima al tejado, allí seguía el pobrecito. Le puse agua de nuevo y me fui. Cuando volví estaba ya en el tejado. No sé si se caería o intentaría volar. Todo el día estuvo allí, sin moverse. Mi padre decía que no me preocupara,  que al estar en el tejado, seguramente sus padres ya lo habrían visto y le traerían comida. Yo no sabía qué hacer…pensaba que se iba a morir fijo. “Pero por qué te disgustas tanto, si sólo es un pájaro…hay miles” –me decían. Yo trataba de racionalizar: “ciertamente, no es como si lo hubiésemos tenido en casa desde hace tiempo… en realidad, lo conocí ayer…”


A las 24 horas del rescate, me asomé a la ventana de mi baño, desde la que lo había estado observando durante todo el día y vi que ya no estaba. Subí a la planta superior para cerciorarme y, cuando abrí la ventana -en cuyo alféizar lo habíamos dejado por la mañana- ,  vi que había dos o tres vencejos, cada uno en una esquina del tejado, mirando hacia la ventana que abrí. De pronto, otro salió volando por mi derecha y se “plantó” en el medio de los demás, mirando hacia donde yo estaba. Pienso que fue su manera de darme las gracias. Mi hermana –bióloga-, dice que es posible que el agua que bebió la noche anterior le ayudara a mantenerse vivo. Voló dos o tres veces cerca de la ventana y a los pocos minutos, emprendieron todos el vuelo hacia las últimas luces de la tarde...


                          









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