Una colmena está formada por miles de abejas. En esta comunidad existen tres castas de abejas: obreras, de las que hay miles; zánganos, unos cientos y la reina, una. La que he captado en estas fotos es la abeja obrera. Vive un promedio de tres meses en los que trabaja de manera
incesante. Dentro de su casta hay una perfecta organización y distribución
del trabajo.
Se encargan de la construcción y mantenimiento de la colmena,
cuidar y alimentar las larvas, libar el néctar de las flores y convertirlo en
miel, recolectar el polen y transportarlo a la colmena.
El néctar va directo a su buche y cuando llega a la colmena
lo regurgita. Mezclado con unas enzimas de sus glándulas salivares, se
convertirá en miel.
Hay un “pero” que poner a las obreras y es que en la parte
posterior de su abdomen tienen un aguijón venenoso, su arma defensiva, que puede causar dolorosas
picaduras o lo que es más grave,
alergias, que de no ser tratadas a tiempo, pueden causar la muerte por shock anafiláctico.
Después de clavar el aguijón, las abejas normalmente mueren porque, al
tener éste forma de arpón, queda incrustado en la víctima de la picadura desgarrando parte del abdomen del insecto.
La buena noticia es que también se pueden utilizar las
picaduras de las abejas, de forma controlada, para aliviar el dolor. Esta
práctica se llama “Apiterapia”.
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